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Biografía

Nací y vivo en Costa Rica, que junto a la artista Melissa Matamoros, mi esposa, creamos juntos en nuestro estudio ubicado en las faldas de la cordillera de Talamanca, en la parte sur del país.

​Tengo estudios de maestría en Artes de la Universidad de Costa Rica además de seminarios y cursos con artistas invitados, curadores en Arte Teorética, San José, Costa Rica. Mi experiencia profesional data de 1992, sin embargo, desde 1986 hasta 1991 estudié y practiqué el grabado en todas sus manifestaciones en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica.

​Mis artistas favoritos son dos: Cy Twombly y Claude Monet de los cuales me he inspirado. Y mi pieza favorita es una llamada “Counter Idea” obra de mi elaboración y que está en una colección privada en San Francisco, California.

Mi obra apela a la intuición, a la confianza, surgiendo de una idea inicial donde la pintura me irá indicando el siguiente paso, gestándose atmósferas superpuestas en niveles junto a las flores, donde algunos se transparentan y otros irremediablemente se tapan sin dejar rastro.

  “Lo que aprendí, ya no lo sé. Lo que aún sé, lo sé intuitivamente” esta es mi máxima.

 Esto que llamo locura llega a veces a generar varios niveles, y que en promedio se crean entre seiscientas a ochocientas o más flores en una sola pintura, de las cuales solo unas logran ser protagonistas en primer plano, pero todas con una función. Lo mismo sucede en un jardín, donde no todo se logra ver.  Y en cuanto al significado que lleva implícito cada obra, pues depende de la emoción con la que se le mira, aquí́ influye el estado mental del observador, en la mayoría de los casos es asombro, alegría, belleza o paz, y todo ello es suficiente motivo para continuar.

 

 

  “Álvaro, desde sus cuadros en blanco y negro que querían ser otra cosa, parece que pinta desde el microscopio. Hoy sus espectadores, sus veedores, saben que el artista les ha encargado inspeccionar los tallos, las flores y las hojas que ha acumulado a punto de multitud y con la potencia casi eléctrica de una sesión de hipnosis. Sus paisajes llegan de inmediato a la masa crítica, sin pasar por una segunda o una tercera experiencia: nacen, pues, en cierto estado de alteración, aunque exuden estabilidad y en ellos se resuman tantas formas de equilibrio, desde el celular hasta el cinemático.

Es notable cómo Álvaro también hace o consigue cierto tipo de jardinería en estas telas. Recorta, pule, desbasta…es capaz de aplicar esfuerzos mecánicos a la materia orgánica más delicada, delimitándola, redireccionándola. Uno llega a creer que, en estas pasturas, que en estos viveros, habita un cirujano muy hábil con el don de mediar entre el agua, la tierra y la clorofila. Esa clase de comunicación entre creador y obra –entre ser y objeto– ubica a Álvaro Gómez más cerca de quien ejerce un misterioso control sobre los elementos que de quien solo pinta. Creo que para él es posible decir la palabra “amapola” y que de inmediato aparezca una flor roja, lista para los retoques y para tomar su sitio en la escena.”

-Alfredo Trejos

  

La sonoridad del agua

 “La pintura del creador costarricense Álvaro Gómez ha venido experimentando notables reme- zones a la estructura de su expresividad: experimentó las fuerzas tectónicas de los estratos terrestres, las tierras y las arenas, en una pintura matérica por excelencia, donde se advertía el fuerte contrapunto de las transparencias logradas por las arcillas, los aceites y el papel. Luego nos mostró otro carácter de narrativa simbólica cuando hizo gravitar la rosa, como devolviendo lo mirado hacia un interior sumido en el desconcierto. Hoy en día su pintura se vuelve vibrante, sinestésica, provocativa, con imágenes “audibles” de poesía sensible a la vista pero también a la piel.

 El observador ante sus cuadros, se siente sumido en el flujo de una deriva purificadora que revienta con las fuerzas del oleaje en muchos vórtices ante nuestra mirada complacida, y engulle hacia los adentros del color, los ritmos y, como se dijo, de reverberaciones sónicas, en tanto entrañan un alma conmovida por tanto azar exterior -en la ciudad que no está presente en sus cuadros, pero es un personaje en tensión con otros espacios del museo, con otras temáticas expuestas en otras salas, abordada en esa trama de estímulos sensoperceptivos que como vectores se cruzan en todas las direcciones para excitar nuestra imaginación y desencadenar emociones.”

- Luis Fernando Quirós, curador costarricense

 

 

La obsesión por ver

 

“… una sugestiva variante de la abstracción en Costa Rica… con una obra sumamente poética que se sirve del grabado y la pintura…

 A lo largo de treinta años he venido realizando un proceso de investigación en obra artística que tiene que ver con elementos que se repiten una y otra vez tales como manchas, pinceladas, textos, flores, hormigas, círculos y líneas entre otros, que terminan dando múltiples lecturas, las cuales se pueden interpretar como abstracciones, paisajes, poesía, musicalización o simplemente repetición, serialización o la acción misma de copiar y pegar, ordenar, desordenar y tachar.

Dicha repetición no es fractal, no es ordenada, sino por el contrario es siempre desordenada e inmedible.

 En muchas de las obras borro o tapo algo para verlo emerger repitiéndose o bien para verlo surgir como algo nuevo, como otro camino, una bifurcación, otra opción o dirección de ruta, nunca nada es lo mismo, aunque puede aparentar lo mismo. La mayoría de estas ideas llegan a tomar forma de pintura, grabado, otras más como ensambles, monotipias, dibujos, textos o animación.

 Y a pesar que creía que tenía un control en mi proceso creativo, me daba cuenta que me perdía, las obras tomaban otro camino; hasta que descubrí que todo lo que he hecho ha sido bajo la influencia y fuerza de la INTUICIÓN.

 Las obras empiezan con una provocación al papel o tela en blanco, luego dicha provocación es el detonante de otra provocación que se bifurca, a lo cual uno desea controlar ordenando y dirigiendo tal como una ruta en el mapa. Y a pesar de que todo queda como un deseo de imagen que nuca llega, si es claro que cualquier cosa fue la mejor posible.

 

Finalmente, sigo con mi obra de elementos que se repiten y se bifurcan, obsesión creativa que me remite siempre al presente sin tiempo y solo para demostrarme a mí mismo que puedo seguir creando a pesar de mis resistencias; obra a la que incorporo un lenguaje poético para hacer surgir una sensibilidad que nos permita tocar el cielo, aunque sea por un instante.”

- Tamara Díaz Bringas, curadora cubana

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